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domingo, 19 de mayo de 2013

Primer golpe. La madrugada imposible


Si hoy Rodríguez Ojeda viniera para cambiar la Semana Santa, como hizo a principios del siglo XX, sería arrojado a cualquier hoguera. Estos son tiempos de inmovilismo. Nada cambia, ni las cosas que funcionan mal. Como dice sabiamente el periodista de la SER José Manuel García, las cofradías tienen un problema para cada solución. 

Ahí está la Madrugada. Ninguna de las seis cofradías que salen están satisfechas con su situación, pero ninguna es capaz de ceder ni un centímetro. Ni siquiera ante un horizonte no demasiado lejano en el que se pueda repetir la pescadilla que se mordía la cola que en los años 60 provocó el colapso de la noche. Tras aquello, algunas hermandades, como el Silencio y el Gran Poder, cedieron alargando sus itinerarios. Hoy no existe a priori esa voluntad de cambio, no porque no se quiera, sino porque lo que no se quiere es ceder.

El Consejo, después de lo de este año, está obligado a forzar una solución. El crecimiento del número de nazarenos especialmente de la Esperanza de Triana y Los Gitanos hace prácticamente inviable la actual configuración de horarios e itinerarios.

¿Y por qué es tan difícil cambiar? Porque la clave se encuentra en la hermandad más potente de la Semana Santa, la Macarena, con la que negociar es más complejo que con las demás. A la Macarena se le sugieren el regreso por la Alfalfa como parte de la solución de la Madrugada y es como si le mentaran la bicha. No están dispuestos a renunciar a pasar delante de la Anunciación. ¿Tan importante es esto cuando la cofradía a esas horas y por ese lugar está digamos que a medio gas?

Los próximos meses se antojan claves para saber si las seis hermandades se ponen a trabajar o si siguen - en este aspecto- sesteando plácidamente. 

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